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jueves, 29 de agosto de 2013

La Vida Es Así

Observaba hace unos días un video del Tsunami de Japón. No recuerdo el nombre de la Ciudad, pero se ve que la atraviesa un río. Al principio del video, se ve que el nivel del agua en el río es bajo y está en completa calma. Todo parece normal.

De repente, empiezan a sonar las alarmas y pasa un camión dando avisos preventivos a la población, respecto del tsunami. La gente espantada y confundida, no sabe bien cómo actuar, nunca habían enfrentado un fenómeno de esta naturaleza.

Al tiempo, el camarógrafo, un aficionado, hace una toma lejana del río, y se ve como se empieza a incrementar la corriente, se empiezan a llenar los espacios de las orillas que estaban vacíos, el nivel del río aumenta poco a poco. La corriente empieza a aumentar su caudal y se ve como empieza a golpear a unas pequeñas embarcaciones que se encontraban ancladas a las orillas. Se empieza a hacer audible el movimiento del agua, aún no se percibe que el río arrastre algún objeto, simplemente se ve el aumento del caudal del agua.

Según se aprecia en el video, antes de 10 minutos, el nivel del agua ya rebaso los bordes río y se empiezan a inundar las calles y una plaza en dónde se ven juegos infantiles, un espacio abierto y carros estacionados. El camarógrafo, se tuvo que subir a un edificio en dónde sigue grabando. Se aprecia como toda la gente, está consternada ante lo que sucede.

En menos de 20 minutos, el río totalmente desbordado y con una fuerza impresionante, lleva dentro de su caudal, todo tipo de cosas, desde autos pesados, casas, y un sinfín de objetos que se golpean estruendosamente unos contra otros. El nivel del agua dentro de la plaza, se ve como sube a la altura de los dos o tres primeros pisos de los edificios.
En cuestión de minutos, todo queda destruido totalmente. Lo que al hombre le costó años construir, la naturaleza, en minutos lo acabó completamente.


En nuestra vida, a veces nos sucede lo mismo, en cuestión de horas, de días o de meses, todo se viene abajo: enfermedad, pérdida de trabajo, pérdida de bienes materiales, relaciones de años que se desmoronan, negocios que dejan de ser viables y terminan en bancarrota, problemas con los hijos, etc. Los problemas no vienen solos, algo que se descompone en un área de nuestra vida, generalmente ocasiona problemas en otra u otras áreas.

Cuando esto sucede, nos preguntamos ¿por qué a mí?, ¿por qué ahora?. La respuesta es simple: porque somos parte del caudal de la vida. Como seres vivientes, estamos sujetos a los cambios externos. Siempre estaremos influenciados por lo que sucede a nuestra alrededor. Nos pasa porque la vida es un ciclo de cambio constante, de nacimiento, evolución y muerte. Porque a diario, las cosas se están moviendo, la gente está cambiando, la economía está fluctuando. Lo que antes era seguro, ahora ya no lo es, lo que ante se veía como malo, ahora es aceptable o incluso bueno. Lo que antes era útil o necesario, ahora resulta obsoleto.

La vida es cambio, los cambios generalmente son sutiles y tenemos oportunidad de manejarlos, de acoplarnos a ellos, de adaptarnos o de modificarlos, sin que nuestra estructura básica se vea alterada. 

Vemos los cambios positivos como algo natural, algo que la vida debe darnos, incluso sin esforzarnos por lograrlos. Nos engaños la mayor parte del tiempo, generalmente cuando las cosas están bien, pensamos que así serán todo el tiempo. Nos sentimos con el legítimo derecho a que nuestra vida sea siempre como un tranquilo lago, con aguas cristalinas y en calma.

Nuestro problema se presenta cuando los aconteceres de la vida, generan cambios violentos en nuestra persona, en nuestra salud, en nuestro trabajo, nuestros negocios o nuestras relaciones. Es en estos momentos cuando pensamos que estamos siendo tratados injustamente. Renegamos y apelamos a nuestro “derecho natural” a estar siempre alegres, siempre en bonanza, siempre en estabilidad, siempre con la tranquilidad de tener la vida resuelta. Creemos que los malos tiempos, son los intrusos que vienen a provocarnos un dolor que no merecemos y a quitarnos lo que es nuestro.

Cuando llega la pérdida, y con ella el dolor y el sufrimiento, podemos renegar, incluso culpar a Dios por lo que nos sucede. Le renegamos al mismo Dios, al que nunca le dimos las gracias por las cosas buenas que recibimos.

La vida es un eterno ciclo de cambio, de movimiento, de transición, a veces para mejorar, a veces para empeorar. La vida es buena y mala a la vez, es justa e injusta, estable e inestable, con periodos de ascenso y periodos de descenso.

El problema que tenemos los seres humanos, es que nos negamos a aceptar que la vida es eso; un constante cambio que a veces nos dejará cosas buenas, incluso aunque no nos esforcemos mucho por lograrlas y otra veces malas, por mucho que luchemos por evitarlas.  

Negar la verdadera esencia de la vida, no nos resuelve nada. Podemos vivir con los ojos vendados para no ver lo que no nos agrada, sin embargo, las cosas que no queremos ver, seguirán existiendo y estando delante de nosotros. Las podremos negar y evitar algún tiempo, pero tarde o temprano nos tendremos que enfrentar a ellas.

Tarde o temprano enfrentaremos la pérdida y el dolor. De nosotros dependerá como queramos verlas, si nos resistimos a aceptarlas, nos costará más sufrimiento, tiempo y dolor para superarlas. Si las aceptamos sin resistirnos y la vemos como parte integral de la vida, más fácil y con menos dolor, las podremos superar.

La vida no cambiará para que la aceptemos, sin embargo, tenemos la opción de cambiar nosotros para aceptar la vida.



Eduardo Castilla